martes, 25 de marzo de 2014

Banquero

 Cabeza en permanente ebullición
llevaba cuando vino a verme el tipo.
Los bolsillos llevaba desarmados
y las alas quebradas de viento.
Preguntó por su caso, quería
conocer al detalle los puntos
y procesos del caso.
Lo dijo así, el caso, cual si no fuera el suyo.
Tuve que contestarle que se esperara un poco,
tantos los expedientes sobre la mesa estaban
que le expliqué:
mire, no puede hacerse más.
Él me miró con esa risa estúpida
que tienen los bocazas cuando van en la noria, ya me sabe
la larga experiencia en ferias y mercados.
No digo nada, del tipo, ya me sabe,
es sólo esta tendencia mía a clasificar.

Y entonces sucedió que me lanzó una coz
resuelta, el tipo, como si yo tuviera la culpa, no sé de qué
después de tantos años de servicio.
Aquí tengo la huella todavía, puede verla.
Igual que usted y yo
estamos aquí hablando ahora,
él me lanzó su coz, resuelta, con veneno
y yo caí sobre la mesa alborotándolo todo.
Vinieron vigilantes, ya sabe, se lo llevaron.
Él iba callado, se le veía más grande, como más tranquilo;
yo me pregunto aún cuál fue mi error.
Quisiera recibir unas lecciones
de gestión del desahucio y situaciones críticas;
si no, tendré que abandonar mi puesto.
Espero que comprenda, señor, esta solicitud.
Al fin y al cabo, el inmueble
no va a pasar a ser propiedad mía.

 ¿No soy su intermediario más valioso?

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