martes, 28 de agosto de 2012

Los jabalíes

El sexo de tu piel, los jabalíes
devorando como prodigio tus enaguas,
el hambre que tejo bajo tu sonrisa,
la enfermedad, saberme desolado
si te vas. Se confunden
tanto la nieve, el sol, las cucarachas
que uno se siente solo
loco, como una espiga
como una soledad frente a la muerte.
El veneno
de las gotas de sal. El amargo
aspaviento de las ratas que hacen el amor.
Hacer el amor contigo
sobre un lecho de espinas.
Después, acaso, rezar.
    Creo en ti, virgen,
    calva de ascuas,
    duna de barro, lluvia
    de semillas, ansia.

El amor de los perros. Hieres
la fiebre de la noche con tu piel,
la inquietud, el sonrojo
de mis manos con tu mirada.
Los tigres van
mordiéndose las uñas, el aire
vuela sobre la ropa tendida
despide aliento, escupe
mierda con su lengua, sus dientes
esperan un hueco de lombrices,
como si el suicidio se hubiera consumado.
Demasiado sexo, dices,
demasiado dolor, si te vas
demasiada fe.

El amor de los perros.
La irrupción precipitada de los jabalíes.
Las cicatrices, el fragor, las costras
de tu piel. La ballena
desparramada en los acantilados.
Sus trozos de carne.
Mi dicha.
Luego, mucho más tarde, el olvido... Perdón,
    malditos huesos de aceituna
    malditos sueños de color a verde)
La Rabia
de no saber cómo aferrarte.

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